una
multifacética imagen de mujer
Lope
Félix de Vega Carpio nació en Madrid en el año de 1562, en pleno Siglo de Oro español. Lope de Vega (como es
mejor conocido), fue hijo de un bordador y desde su precoz infancia presentó
una fuerte inclinación a las letras. Lope le regala al mundo su primera obra de
teatro a la corta edad de 12 años. Su prolífera producción es un poco
cuestionable, ya que algunos autores manejan cifras de más de mil composiciones,
aun que otros, un poco más escépticos, opinan que son menos de 800.
Independientemente
de la cantidad de obras escritas, por lo que se reconoce a Lope de Vega es por
la calidad que le imprimía a cada una de sus producciones. Lope cuenta (en el
ámbito teatral) con piezas cortas, como Autos sacramentales, Loas, entremeses,
etc. y una amplia gama de Comedias, como las religiosas, mitológicas, sobre
historia, pastoriles, caballerescas, de enredo, palatinas, entre otras.
Lo
que compete a esta introduccion de un trabajo mayor es una comedia de enredo bastante reconocida de la
producción de Lope: El perro del
Hortelano, probablemente escrita entre 1613 y 1615; donde se dramatiza el
problema de amores de Diana, la condesa de Belflor, quien se enamora de su secretario.
La
trama de esta obra es bastante ligera y entretenida: esta Condesa se ve en
conflicto con su honor cuando se
enamora de uno de sus criados, su secretario Teodoro. Pero no es la
trama, los enredos y desenredos que se dan en la obra lo que se estudiará en esta
investigación; sino al propio personaje de Diana, que entre diálogos,
monólogos, modos de respuesta, diferentes comportamientos ante distintos
personajes y acciones, nos deja entrever una protagonista con mucho carácter y
personalidad.
Lope
logró de una manera muy particular a este personaje femenino, que aparentemente
rompe con la imagen de la sumisa femineidad representada por los varones a
través de su pluma. Blas Sánchez Dueñas en De
imágenes e imaginarios: La percepción femenina del Siglo de Oro, deduce que
“la imagen vista y descrita de la mujer a lo largo de la historia, semiótica e
iconográficamente, ha sido un impresión falsa y falsificada al venir pensada y
descrita por las formas del imaginario que sobre ellas han percibido y descrito
los varones” (p. 21)
Es
decir, el imaginario femenino de la época se encuentra delimitado a la figura
que los varones tenían de las mujeres:
Las figuras femeninas, pues, han sido
significadas por la cultura dominante como ´sujetos´ estéticos, monolíticos,
estáticos, subalternos y dependientes,
cuyo proyecto vital, funcionalidad y representatividad se enfocan en
función de otro(s) a quien está sujeta, de quien depende y sobre quién debe actuar, vivir y existir (p.
18)
Esta figura femenina se encuentra no
delimitada, sino limitada, casi encarcelada por la visión y gracia del poderío
patriarcal de la época, la modela y la reelabora a su conveniencia: por una
parte, la puede minimizar para hacerse sentir grande y poderoso, y por otra, la
puede maximizar, volverla malvada y desalmada, para que la figura masculina subsista
como el pobre desdichado y moribundo de amor que ella desprecia.
De
esta manera se construyen los modelos simbólicos de la mujer que configuran
dos
grandes tipologías de actantes femeninos: por una parte, las damas virtuosas,
mujeres idealizadas y figuras dignas de admiración cuyo máximo exponente […] es
la virgen María […].Y los estereotipos subversivos, transgresores y seductores
que no solo eran personajes o modelos dignos de reprehensión […] tomados como
sinónimos de maldad e inmoralidad, encarnados en brujas, prostitutas, amazonas,
bachilleras, picaras, locas, evas, salomés, alcahuetas, etc. (p. 22)
Pero existen también otras variantes
de arquetipo femenino, como así lo dicen Porro Herrera y Fernández Álvarez, citados
por Blas Sánchez Dueñas, que nos ofrecen la picaresca, la comedia y los géneros
populares. Estos son
aquellas
heroínas narrativas y demás mujeres trasgresoras […] independientes de la
sumisión y obligaciones que tiene para con el conjunto de las varones que las
rodean. Luchan […] por encima de soportes ideológicos […] éticos y morales, […]
se aventuran a ser las protagonistas de sus actos y […] no tienen temores […] a la hora de tratar y mantener todo tipo
de relaciones con los hombres en condiciones de igualdad (p. 38)
Esta ultima definición es cercana al
comportamiento de Diana, ya que ella es una mujer transgresora que no teme ver
como iguales a los hombres que la cortejan, y burlarlos para salirse con la
suya, ya que debido a su carácter y su poca sumisión, es consciente de sus
actos y desafía el orden establecido del honor enamorándose de un sirviente
suyo.