viernes, 12 de octubre de 2012

Diana: una multifacética imagen de mujer

El perro del Hortelano


Diana de El perro del Hortelano:
una multifacética imagen de mujer

Lope Félix de Vega Carpio nació en Madrid en el año de 1562, en pleno  Siglo de Oro español. Lope de Vega (como es mejor conocido), fue hijo de un bordador y desde su precoz infancia presentó una fuerte inclinación a las letras. Lope le regala al mundo su primera obra de teatro a la corta edad de 12 años. Su prolífera producción es un poco cuestionable, ya que algunos autores manejan cifras de más de mil composiciones, aun que otros, un poco más escépticos, opinan que son menos de 800.
Independientemente de la cantidad de obras escritas, por lo que se reconoce a Lope de Vega es por la calidad que le imprimía a cada una de sus producciones. Lope cuenta (en el ámbito teatral) con piezas cortas, como Autos sacramentales, Loas, entremeses, etc. y una amplia gama de Comedias, como las religiosas, mitológicas, sobre historia, pastoriles, caballerescas, de enredo, palatinas, entre otras.
Lo que compete a esta introduccion de un trabajo mayor es una comedia de enredo bastante reconocida de la producción de Lope: El perro del Hortelano, probablemente escrita entre 1613 y 1615; donde se dramatiza el problema de amores de Diana, la condesa de Belflor, quien se enamora de su secretario.
La trama de esta obra es bastante ligera y entretenida: esta Condesa se ve en conflicto con su honor cuando se enamora de uno de sus criados, su secretario Teodoro. Pero no es la trama, los enredos y desenredos que se dan en la obra lo que se estudiará en esta investigación; sino al propio personaje de Diana, que entre diálogos, monólogos, modos de respuesta, diferentes comportamientos ante distintos personajes y acciones, nos deja entrever una protagonista con mucho carácter y personalidad.
Lope logró de una manera muy particular a este personaje femenino, que aparentemente rompe con la imagen de la sumisa femineidad representada por los varones a través de su pluma. Blas Sánchez Dueñas en De imágenes e imaginarios: La percepción femenina del Siglo de Oro, deduce que “la imagen vista y descrita de la mujer a lo largo de la historia, semiótica e iconográficamente, ha sido un impresión falsa y falsificada al venir pensada y descrita por las formas del imaginario que sobre ellas han percibido y descrito los varones” (p. 21)
Es decir, el imaginario femenino de la época se encuentra delimitado a la figura que los varones tenían de las mujeres:
 Las figuras femeninas, pues, han sido significadas por la cultura dominante como ´sujetos´ estéticos, monolíticos, estáticos, subalternos y dependientes,  cuyo proyecto vital, funcionalidad y representatividad se enfocan en función de otro(s) a quien está sujeta, de quien depende  y sobre quién debe actuar, vivir y existir (p. 18)
            Esta figura femenina se encuentra no delimitada, sino limitada, casi encarcelada por la visión y gracia del poderío patriarcal de la época, la modela y la reelabora a su conveniencia: por una parte, la puede minimizar para hacerse sentir grande y poderoso, y por otra, la puede maximizar, volverla malvada y desalmada, para que la figura masculina subsista como el pobre desdichado y moribundo de amor que ella desprecia.
De esta manera se construyen los modelos simbólicos de la mujer que configuran
dos grandes tipologías de actantes femeninos: por una parte, las damas virtuosas, mujeres idealizadas y figuras dignas de admiración cuyo máximo exponente […] es la virgen María […].Y los estereotipos subversivos, transgresores y seductores que no solo eran personajes o modelos dignos de reprehensión […] tomados como sinónimos de maldad e inmoralidad, encarnados en brujas, prostitutas, amazonas, bachilleras, picaras, locas, evas, salomés, alcahuetas, etc.  (p. 22)
            Pero existen también otras variantes de arquetipo femenino, como así lo dicen Porro Herrera y Fernández Álvarez, citados por Blas Sánchez Dueñas, que nos ofrecen la picaresca, la comedia y los géneros populares. Estos son
aquellas heroínas narrativas y demás mujeres trasgresoras […] independientes de la sumisión y obligaciones que tiene para con el conjunto de las varones que las rodean. Luchan […] por encima de soportes ideológicos […] éticos y morales, […] se aventuran a ser las protagonistas de sus actos y […] no tienen temores  […] a la hora de tratar y mantener todo tipo de relaciones con los hombres en condiciones de igualdad (p. 38)
            Esta ultima definición es cercana al comportamiento de Diana, ya que ella es una mujer transgresora que no teme ver como iguales a los hombres que la cortejan, y burlarlos para salirse con la suya, ya que debido a su carácter y su poca sumisión, es consciente de sus actos y desafía el orden establecido del honor enamorándose de un sirviente suyo.

El recorrido del hombre por "El Baldío"


El recorrido del hombre por “El Baldío”
de Augusto Roa Bastos


Imagen tomada del sitio
Narrador y poeta, Augusto Roa Bastos nace en Asunción Paraguay en el año de 1917; y al igual que sus personajes de “El Baldío”, no tenía cara.

Roa Bastos crece en el pueblo de Iturbe y en 1932 escapa para enlistarse en el ejército durante la guerra del Chaco, donde vivió en carne propia la violencia de la época desde la retaguardia; experiencia que le proporcionó anécdotas para sus literatura.

Comido por la oscuridad del exilio, la silueta vagamente humana del escritor vivó en Buenos Aires donde trabajó como guionista cinematográfico, tras varias obras publicadas nacen al mundo dos de sus novelas más importantes: Hijo de hombre (1960) y Yo el supremo (1974), novela histórica que lo catapultó al Boom literario latinoamericano. Entre estos años se publica “El Baldío” (1966) cuento que titula la propia antología donde aparece.

“El Baldío”, narración breve, directa y cruda, donde Roa Bastos presenta a dos seres anónimos, arquetipizados, cuyas situaciones son totalmente diferentes, pero dependientes el uno del otro. El primer hombre arrastra con dificultad al que se describe como muerto a través de un terreno sucio y con desechos.

Bajo un paraje desolado pero cercano a la ciudad, el hombre trata de transportar al otro mientras su carga se vuelve cada vez más pesada, éste se da respiros para limpiarse del rostro la suciedad del lugar, hasta que llega el punto en que se tiende junto al muerto. Después de un destello de luz proporcionado por un automóvil, las siluetas continúan su camino hasta llegar una maleza alta donde el hombre abandona al pesado pasajero. Es entonces cuando el llorido de un bebé saca al personaje de su ensimismo, y cambia el rumbo de esta historia.

El Baldío es aparentemente un cuento directo y quizá hasta sencillo, por la forma tan secuencial del relato, pero ¿Qué hay detrás de las palabras de Roa Bastos? es decir, ¿no somos todos siluetas sin rostro en este inmenso mundo? A partir de esta arquetipizacion de los personajes podemos interpretar el resto de los símbolos que el autor nos presenta: un personaje principal que arrastra a alguien en un recorrido, algo inerte y pesado, tal como los problemas que todos cargamos a espaldas en la vida.

A través de todo el camino, el hombre arrastra de diferentes formas al cuerpo sin vida mientras su carga se vuelve cada vez más molesta; y así es el humano: entre más carga sus problemas, más difíciles se tornan. Dicha situación genera un malestar general en la vida, al punto en que podemos ver nuestras condiciones como  el escenario que presenta el cuento: sucio, pestilente y peligroso.

Todos tratamos de darnos respiros en nuestro cansado viaje, todos nos vemos en la necesidad de limpiarnos del rostro aquello que nos impide ver bien y avanzar. El camino es duro, exhaustivo, tan cansado que podemos hasta tendernos junto a nuestros problemas  por la sensación de pesadumbre y abatimiento… entonces observamos esa claridad amarilla, que al cubrirnos de una pincelada, nos devuelve algo de cara.

Pero al igual que el personaje de “El Baldío”, es momento de levantarse y por fin dejar al paciente pasajero entre la maleza, ocultándolo o abandonándolo. Dicha acción de abandono, es la perfecta representación de la superación de los problemas y el hecho de escupir con rabia al cadáver (tal como lo hizo el personaje del cuento) es el coraje y orgullo con el que nos levantamos altivos después de una situación difícil. ¿Y si en ese momento de ceguera y rabia, nos topáramos con algo inocente que nos hiciera recobrar la cordura?

El llanto de un bebé fue lo que regresó a la realidad al hombre del gran problema, quien tras dos intentos de marcharse, conmovido por la inocencia del llanto,  se arrodilló, tomó a la criatura, la cubrió con su saco y huyó lejos para perderse en la oscuridad otra vez.

Regresó a la nada, justo de donde provenía pero esta vez con una nueva esperanza entre brazos, desechó un problema y se topó con una nueva oportunidad, con la inocencia propia. ¿Por qué no somos capaces de dejar los problemas atrás y abrir los ojos y los brazos a esa nueva oportunidad que nos presenta la vida? ¿Por qué aferrarse al muerto y tratar de huir del vivo?... Si, a veces así de difícil se torna el recorrido del hombre, a través de este baldío.Cuento de "El Baldío"

Un poco sobre la Generación perdida



Mientras Agonizo, Faulker y “Los asesinos”, Hemingway

Estos dos representantes de la Generación Perdida muestran en sus obras,  una imagen desoladora y vacía del mundo, cada quien a su manera.
Faulker, en Mientras Agonizo, plantea a través de un punto de vista múltiple la concepción de la realidad “circunstancial”. Esta novela se compone de 59 monólogos internos correspondientes  a 15 personajes que  por medio de fragmentos generan la narración de la historia.
Dicha multiplicidad visiones  se observa de dos formas principales: los Bundren,  personajes principales,  que se observan a sí mismos y entre si por medio de retrospecciones y juicios;  y la visión de los otros: los “secundarios” personajes que muestran la visión exterior y reafirman los problemas que se plantea dentro del ámbito familiar. Esto le permite  lector se forme  una perspectiva completa de esta atípica familia.
 La forma en que se muestra dicha visión no es para nada gentil: Fualker presenta el viaje de esta familia de una manera sombría, sórdida, enigmática, cuyos personajes no son héroes, sino todo lo contrario: seres simples, desmotivados,  sin ánimos ni perspectivas que no sobresalen en lo mínimo, y que solo  sobreviven y esperan la muerte
Esta podredumbre interior se refleja en la deformidad física de los personajes, uno es jorobado, otro es cojo; Darl esta desquiciado y su mirada lo anuncia. Estos seres degradados viajan  en su carreta  y llevan consigo la paradójica combinación de la vida y la muerte (el cadáver de la madre y la hija embarazada). Este relato en su totalidad es fatalista, donde  se ponen en manifiesto un trágico repertorio de traiciones, locura, odios, y una inminente desesperanza de la condición humana.
Por su parte, en “Los asesinos”, Hemingway también muestra una visión desesperanzadora de la vida, donde el determinismo y la fatalidad se denotan en los numerosos diálogos de los personajes, y las mínimas acciones, no sólo con respecto a la situación que vive el hombre que se desea asesinar en la historia, sino también en el mismo campo de acción y movimiento de los protagonistas.
El determinismo y la falta de esperanza se refleja en este cuento por la ausencia de color: el mundo gris y sobrio donde se sitúa la acción, además de los diálogos cortos y fluidos, pero un tanto desubicados ya que muchas de las respuestas son vagas, como “yo que sé”, “no lo sé” o “a mí que me interesa”.
Considero que estas respuestas son el reflejo del sentir humano que tienen los personajes: incertidumbre, indiferencia hacia la vida (y al propio riesgo de morir) y desesperanza.
Los dos estilos de narración de estas obras contrastan de una manera interesante: Faulker con su flujo de conciencia presenta los viles pensamientos e intenciones de sus personajes, todo desde una perspectiva más intimista ya que son diálogos internos. Por otro lado Hemingway en “Los asesinos” exterioriza esta incertidumbre e indiferencia hacia la vida con la multiplicidad de diálogos que hilan su cuento y muestran de una forma más directa el sin sentido de los personajes.
De estas dos distintas maneras, ambos autores presentan el tedio hacia la vida de la época en que vivieron, reflejan la desesperación humana y algunos de los más bajos e insensibles pensamientos que el hombre tiene para consigo mismo y para con el mundo.

Amanecer como un escarabajo gigante




La metamorfosis, escrita por Franz Kafka en 1912 y publicada hasta 1915, narra la historia de Gregorio Samsa, un joven comerciante, quien una mañana despierta convertido en un insecto gigante.
La primer frase de esta historia es famosa por su objetividad y su frialdad; plantea de una forma directa  la gran alegoría que articula toda la historia. Esta misma se ve poco a poco desentrañada gracias a la  interacción (y la reacción) del resto de los personajes para con Gregorio.
A través de la narración se observan diversas formas de autoridad por parte de los personajes que coadyuvan a la sensación de inferioridad que vive Gregorio. Esto se refleja en la imagen de insecto gigante.
En un primer momento se observa la presión laboral, cuando el personaje principal se enfrenta a su jefe, quien después  de observarlo impresionado, lo mira  por encima del hombro con repugnancia. Este asco del jefe va más allá de  la imagen desfigurada y surrealista que presenta Gregorio. En un contexto  crítico y social, este rechazo, se entiende como una aversión  al “repugnante” ser que es ahora, ya que debido a su nueva y limitante condición, dependerá completamente de quien lo rodea. Es decir, los papeles en la familia Samsa se invierten, de ser Gregorio el sustento del hogar, ahora es el insecto rastrero que vive para depender del resto de la familia
La segunda forma de autoridad  es la familiar. Aquí interviene los personajes de la madre, el padre y muy particularmente, la hermana. La madre de Gregorio sencillamente no soporta la impresión de ver s u hijo convertido en insecto y se desmaya en el acto, situación que la excluye de cierta manera de la dinámica familiar desde un principio.
Grete,  la hermana de Gregorio, es el personaje que toma con mayor responsabilidad la condición de su hermano, y hasta cierto punto parece ser quien  posee el mando,  ya que ella se encarga de la supervivencia de Gregorio al encomendarse a darle de comer y a limpiar su habitación.  La reacción del padre al verlo es distinta: este se asombra y se encoleriza al mismo tiempo, para después, externar su desasosiego y confusión con llanto.
El sentimiento de confusión evoluciona a una especie de odio hacia Gregorio que ocasiona la agresión de este para con el bicho. Aquí se marca la decadencia y caída del personaje de Gregorio Samsa a la catástrofe.
La última forma de presión es la social, donde los personajes que intervienen son los tres huéspedes que conviven en la familia y que agudizan los conflictos que existen a causa de la condición de Gregorio.
Estas diversas formas de presión o autoritarismo plantean el sometimiento del protagonista hacia todo su entorno, puesto que él ya no es ideológica y físicamente lo que todos esperan. De esta manera se hace una crítica a la sociedad de la época donde se presentan las consecuencias y sentimientos del régimen autoritario,  presionado ante la inminente guerra, confusión y desolación que se vivía; donde el único y gran error de Gregorio Samsa, fue nacer dentro de ese sistema.
Es interesante también puntualizar sobre la interacción de la familia con Greogorio, ya que ésta tiene que modificar su forma de vida y su estructura interna ahora que el sustento de la casa está incapacitado para mantenerlos.  Esta necesidad de que todos busquen empleo y hasta se tenga que rentar un cuarto de la casa, cambia por completo su dinámica cotidiana, sacándolos de su zona de confort para que se enfrenten al mundo real y cruento que, en cierta parte, ocasionó que Gregorio sufriera su metamorfosis.
De esta manera, lo que comenzó como negación, confusión, y lástima hacia el insecto, sufre también una metamorfosis  y se vuelve un sentimiento de total rechazo, desinterés y desatención que orillan a Gregorio a la muerte.
Después del degradante desenlace del personaje principal, la familia Samsa toma una renovada actitud hacia la vida misma (una especie de negación, quizá) donde se excluyen los malos momentos pasados y fijan su mirada en el prodigioso por venir que observan con su otra hija, a quien descuidaron estos meses y ahora observan diferente (ella también sufrió una metamorfosis en esta historia).
Así, la feliz familia Samsa decide dar un paseo y olvidar el cadáver del insecto que los accionó a sufrir una metamorfosis a ellos también.